viernes, 27 de enero de 2012

¿Qué opinamos????

Transcribo el texto de un correo electrónico que recibí hoy en mi buzón para que plasmemos nuestras opiniones sobre lo que aquí se dice:
" Un párrafo sin errores. No se trataba de resolver un acertijo, de componer una pieza que pudiera pasar por literaria o de encontrar razones para defender un argumento resbaloso. No. Se trataba de condensar un texto de mayor extensión, es decir, un resumen, un resumen de un párrafo, en el que cada frase dijera algo significativo sobre el texto original, en el que se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito -ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas: claridad, economía, pertinencia. Si tenía ritmo y originalidad, mejor, pero no era una condición. Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos. Y no pudieron. 
No voy a generalizar. De 30, tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo. Veinticinco muchachos en sus 20 años no pudieron, en cuatro meses, escribir el resumen de una obra en un párrafo atildado, entregarlo en el plazo pactado y usar un número de palabras limitado, que varió de un ejercicio a otro. Estudiantes de Comunicación Social entre su tercer y su octavo semestre, que estudiaron doce años en colegios privados. Es probable que entre cinco y diez de ellos hubieran ido de intercambio a otro país, y que otros más conocieran una cultura distinta a la suya en algún viaje de vacaciones con la familia. Son hijos de ejecutivos que están por los 40 y los 50, que tienen buenos trabajos, educación universitaria. Muchos, posgraduados. En casa siempre hubo un computador; puedo apostar a que al menos 20 de esos estudiantes tiene banda ancha, y que la tele de casa pasa encendida más tiempo en canales por cable que en señal abierta. Tomaron más Milo que aguadepanela, comieron más lomo y ensalada que arroz con huevo. Ustedes saben a qué me refiero.
Por supuesto que he considerado mis dubitaciones, mis debilidades. No me he sintonizado con los tiempos que corren. Mis clases no tienen presentaciones de Power Point ni películas; a lo más, vemos una o dos en todo el semestre. Quizá, ya no es una manera válida saber qué es una crónica leyendo crónicas, y debo más bien proyectarles una presentación con frases en mayúsculas que indiquen qué es una crónica y en cuántas partes se divide. Mostrarles la película Capote en lugar de hacer que lean A sangre fría. Quizá, no debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad. No pedirles un escrito de cien palabras, sino de tres cuartillas, mínimo. Que lo entregaran el lunes, o el miércoles. 
De esas limitaciones y dubitaciones, quizá, vengan las pocas y tibias preguntas de mis estudiantes este último semestre, sus silencios, su absoluta ausencia de curiosidad y de crítica. De ahí, quizá, vengan sus párrafos aguados, con errores e imprecisiones, inútilmente enrevesados, con frases cojas, desgreñadas. Esos párrafos vacilantes, grises, que me entregaron durante todo el semestre. Pareciera que estoy describiendo a un grupo de zombis. Quizá, eso es lo que son. Los párrafos, quiero decir. 
El curso se llama Evaluación de Textos de No Ficción y pertenece a la línea de Producción Editorial y Multimedial de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. En cuanto a lecturas, siempre propuse piezas ejemplares en los géneros más notorios de la no ficción: crónica, perfil, ensayo, memorias y testimonios. A partir de clásicos nacionales y extranjeros, los estudiantes componían escritos como los que debe elaborar un editor durante su ejercicio profesional. Primero, un resumen: todos los textos de los editores son breves, o deberían serlo -contracubiertas, textos de catálogo, solapas, etcétera-. Una vez que la mayoría hubiera conseguido un resumen pertinente y económico, pasábamos a escritos más complejos: notas de prensa y contracubiertas, para terminar con un informe editorial o una reseña. 
En el centro de todo el programa estaban la participación y la escritura de textos breves a partir de otro texto mayor. Insistí siempre en la participación en clase para fomentar actividades que noto algo empañadas en la actualidad: la escucha atenta, la elaboración de razones y argumentos, oír lo que uno mismo dice y lo que dice el otro en una conversación. 
El otro concepto transversal, la economía lingüística, buscaba mostrarles la importancia de honrar la prosa. Si uno en 100 palabras debe sintetizar un libro de 200 páginas, debe cuidar cada palabra, cada frase, cada giro. En últimas, la palabra escrita les dará de comer a estos estudiantes cuando sean profesionales, no importa si se desempeñan como editores de libros, revistas o páginas web, como periodistas o como profesores e investigadores. 
Los estudiantes de este último semestre, y los de dos o tres anteriores, nunca pudieron pasar del resumen. No siempre fue así. Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico.
Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry.
Nunca he sido mamerto ni amargado ni ñoño: a los 20 años, fumaba marihuana como un rastafari y me descerebraba con alcohol cada vez que podía al lado de mis cuates. Quería ver tetas, e hice cosas de las que ahora no me enorgullezco por tocarlas. Empeñé mucho, mucho tiempo en eso. Pero leía.
No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google. 
Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos.
Mi sobrino le dice a su madre, mi hermana, que él sí lee mucho, en Internet. Lo que debe preguntarse es cómo se lee en Internet. Lo que he visto es que se lee en medio del parloteo de las ventanas abiertas del chat, mientras se va cargando un video en Youtube, siguiendo vínculos. Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Solo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.
Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses, no encontré la manera de mostrarles lo que considero esencial en este hermoso oficio de la edición. Quizá la lectura sea ahora salir al mar de Internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis. Ya veremos qué pasa dentro de unos pocos años, cuando estos veinteañeros de ahora tengan 30 y estén trabajando en editoriales, en portales y revistas. Por ahora, para mí, ha llegado el momento de retirarme. Al tiempo que sigo con mis cosas, voy a pensar en este asunto, a mirarlo con detenimiento. Pongo el punto final a esta carta de renuncia con un nudo en la garganta".(Camilo Jimenez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Universidad Javeriana)

Particularmente me sentí identificada con este texto pues muchos de mis alumnos tienen estas mismas dificultades. Lo que no me convence mucho es la culpabilidad que se hace de la tecnología para que esta situación se presente. Después de haber pasado por ArTIC y otros cursos en línea no estoy totalmente de acuerdo con estos planteamientos. 
En el caso de mi país ha influido mucho, sobre todo en los últimos 10 años, el facilismo con que se ha abordado el proceso educativo. En muchas instituciones educativas no hay una mínima exigencia hacia las actividades propuestas. Un profesor que solo manda a hacer trabajos (que muchas veces no revisa), que casi nunca viene a clases, que permite que una asignación pueda ser entregada hoy, mañana o nunca, que asigna una calificación por sembrar unas plantas frente al aula (que luego se mueren porque nadie las mantiene al terminar el curso), que puede estar al frente de la cátedra de biología marina, finanzas públicas y medicina rural (un todero como decimos en Venezuela) ... no creo que tenga las condiciones para motivar o para formar a los nuevos profesionales.
Si bien es cierto la tecnología distrae hemos comprobado en ArTIC que también es una excelente aliada de la educación. Creo que debemos proponernos, con nuestras acciones, a desmontar este mito!!!!
¿Que opinan?


 


3 comentarios:

  1. Hola Cecilia, creo que todos los docentes estamos viendo situaciones similares en nuestras aulas.
    El tema puede dar, además, para proponer un intercambio a través de ArTIC ya que me parece que últimamente ha habido de parte de todos nosotros posts muy interesantes pero poco diálogo.
    Ayer coloqué en mi blog unas reflexiones respecto a tu post, pero veo que no aparece hoy en "un día en la vida de ARTC", probablemente porque lo escribí ayer tarde.La seguimos
    Saludos

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  2. Acabo de ver el post que hiciste en tu blog y me parece bien interesante lo que planteas. Allá deje mis reflexiones al respecto. Sigamos conversando...

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  3. De acuerdo con ambos:se lee poco y mal. No se llega a profundizar ni el proceso es constante como para que genere cambios en el cerebro del lector. Ese cerebro se acostumbra a estar sobre estimulado constantemente con algo nuevo. Imposible entrarle al portador de ese cerebro con tareas que requieran quietud mental y reflexión profunda. Pero bueno, esos son los alumnos que tenemos. Así que habrá que ir a buscarlos adónde están, entrarles con algo afín a su modalidad y luego llevarlos a nuestro terreno de reflexión profunda. ¡Casi nada nuestra tarea! Se me ocurre que las situaciones problemáticas, foros y discusiones ordenadas pueden servir para esto . El 2011 con dos terceros terribles funcionó muy bien el debate moderado por los más terribles. Se informaron, tomaron posición. No todos aprendieron el tema por falta de constancia en los pasos siguientes de revisión del material y elaboración, pero en alumnos mayores creo que debería funcionar.
    Si no cambiamos nosotros ellos no van a cambiar y serán dirigentes superficiales con poco criterio...
    En todo esto además siempre está el tipo de relación que uno tiene con los alumnos. A mi me gusta desafiarles constantemente, sobre todo en aquella opiniones que han adoptado sin pensarlo mucho. Eso me lleva a dedicar tiempo al diálogo profundo. Y también lleva que cuando les digo que no saben escribir me creen y realizan las tareas que les pongo con ese fin. Funciona con la mayoría.
    Espero que algo de esto sirva de aporte al debate!

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